Era necesario que te fueras, lo sé. Si no reclamo eso, lo que sí reprocho es que te fueras enmudecido. Más doloroso que la ausencia, fue y sigue siendo el silencio. Ahora estoy maniatada; no puedo llorar porque podría ser que esté traicionando nuestro amor, que algún día regreses esperando que te hubiera aguardado. Mas tampoco puedo sentarme y pensar: "Él regresará", porque quizás estaría condenando mi alma a una pena aún mayor que la de ahora.
La compañía, ahora que no es tuya, me estorba. Las energías me faltan. La responsabilidad me agobia... y mi alma sufre. Podría consolarla o tal vez fortalecerla, pero no hay verdad para ella. No tengo palabras, lo que diga ahora, sería una total mentira, porque nada tengo cierto.
Sólo dime si te espero o no, para que así pueda armarme de paciencia por la plenitud venidera o rendirme felizmente a la tristeza de mi soledad.
4 comentarios:
¡Vaya, qué angustia! Parece que Kierkegaard hubiera escrito algo pensando en ti. Muy buena pluma.
Alethe legeis, ohw. Dices verdad.
Wow... entiendo completamente.
En verdad que el silencio, puede carcomer al que lo padece, pero también suele ser la mejor respuesta que uno puede dar ante la soledad, pues ésta huye cuando no se le habla. "La soledad guarda en sí misma su propia compañía".
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